10 junio 2010

Desde Sudáfrica, 2

Bueno, no desde Sudáfrica. Aprovechamos algunos días que teníamos al cuete y estuvimos dando vueltas.

Nos importa decir esto: si conocés Sudáfrica no conocés África. Sudáfrica es a África lo que Norteamérica es a América. Los que van a Pretoria saben tanto de África como los que van a Toronto puedan saber de América. Sudáfrica se parece demasiado a un país normal. Y hasta hace frío. Africa es calor, violencia, epidemias, prostitución infantil, islamismo, hambre, clandestinidad, animales salvajes, guerra de clanes, gente con pelotas del tamaño de un melón, cagarse a tiros por medio litro de agua no potable.

Entonces estuvimos de paseo por varios lados. Lindo, impactante. Viajamos en un coso que es parecido al micro del club. Junto con nosotros iban dos familias que se mudaban porque las habían amenazado y llevaban todo lo que tenían. Era esto.



Llegamos hasta Mogadiscio, Somalía. Nos pararon quince veces en el camino. Ponen un tronco, te hacen parar, te piden plata, te ofrecen cosas, eligen a alguien para pegarle, y te dejan seguir. Las anécdotas del viaje fueron muchas, pero te pongo un ejemplo. Parada en el medio de la nada. 47 grados de calor. Preguntamos donde estámos y Tío Pumba se caga de risa. Esto es una idea occidental, la de que todos los lugares tienen que tener un nombre. Bueno, total que paramos a elongar un rato. Nos rodean, nos ven la camiseta argentina y preguntan por Messi, nos ven la camiseta de Santa Rosa y preguntan por Sabino, nos ven la cámara y nos piden que les saquemos una foto, y después se quedaron con la cámara.

Como teníamos que hacer tiempo hasta que la combi cargara gente, jugamos un picado ahí. Era una cancha chica. Formamos con Milton y el Doctor Livingston en el fondo, Tío Pumba de enganche, Papá de Milton adelane. Nosotros eramos cuatro, ellos eran siete. La pelota era una tremenda jabulani del mundial, se la deben haber robado a alguno, y podemos dar fe de que parece una de plástico, va a complicar mucho a los arqueros. Pardimos cinco a cero.

***

No vamos a decirlo como excusa, pero es necesario aclarar que los tipos que jugaban contra nosotros tenían armas en la cintura, todos menos uno. El que no tenía armas era el arquero y tenía una granada. Papá de Milton no se animaba a patear al arco. Mirá si este se tira, decía.

Igual estuvieron muy amigables, salvo cuando Milton quiso achicar el arco -que era de buzos- para evitar la goleada humillante y el centrodelantero rival corrió de vuelta los buzos con la punta de su AK47. Al final del partido nos hicieron comprarle cocas y panchos a todos y nos dieron un gran abrazo.

Tío Pumba, que se crió acá, conoce bien los detalles y nos guió para evitar que algo feo nos pase en Mogadiscio. En un momento íbamos en una especie de Volskwagen 1500 que habíamos alquilado a 100 dólares. El concepto de alquiler en Somalía es más o menos este: te dan el auto y vos no se lo tenés que devolver. En fin, salimos a dar una vuelta y en un momento nos metieron tres tiros en el auto. Dos en las gomas, que nos obligan a salir del lugar en llanta. Papá de Milton se desesperaba y Tío Pumba saludaba gente y decia uakele uakele, que es como decir, "eh, culéao" en cordobes. Al rato, mientras Milton cambia la rueda, Tío Pumba come chizitos con Papá de Milton. Tío Pumba dice: eso que hacen es una demostración de afecto. Si querían nos cagaban a tiros, que nos hayan tirado tres es como que te dicen: ey, te veo y te respeto, ladro pero no muerdo. Esto es África.

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