30 agosto 2010

Capítulo 20: "Una hora antes"

Una hora antes del partido, mientras pasamos por Padre Buodo, Tío Pumba y Papá de Milton hablan de la película “El Origen”. Papá de Milton está recaliente, quiere que le devuelvan la entrada, dice que es un quilombo, no se entiende nada. Tío Pumba dice: bueno, el tipo sueña que sueña, es más o menos eso.

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Durante el primer tiempo el albo jugó muy mal casi todo el partido, salvo diez minutos. Los diez minutos esos que van del 6 al 16, desde que nos hicieron el gol hasta que empató Eliazer Díaz de cabeza. El resto fue medio calamitoso, para que vamos a mentir. Abramo superaba a cada rato nuestra línea de fondo y nosotros no podíamos pasar la mitad de cancha. Hubo tres pelotas mano a mano que el mono tapó, antes y después del gol de Penal que metió Caliba. Poquísima posesión de pelota y una porfiada costumbre de tirar pases altos y largos estropeaban todos nuestros avances, cuando los teníamos. Terminamos pidiendo que por favor terminara el primer tiempo antes de que las cosas empeoraran.

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En el entretiempo, tragamos saliva. Nos miramos a los ojos, vemos la cancha, vemos el equipo nuestro que sale primero y suspiramos. Bueno, el campeonato está ahí enfrente y la puerta se está cerrando. ¿Vamos a entrar o no? Empieza el segundo tiempo. A remar en dulce de leche.

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Ningún resultado que no fuera ganar servía. Eso hizo que todo fuera muy complicado, y estábamos sin margen de error, porque si Abramo metía tres no íbamos a meter cuatro. Ligero alivio con el golcito de cabeza de Gastón Lezcano a los seis minutos. Luego de eso el albo mejora el juego. Con más toque, pero igual todo es complicado. Jugar por abajo no es fácil porque esto no es Wimbledon, es Roland Garros. La cancha no es césped, es polvo de ladrillo. Si vas corriendo y la pisás, ahí nomás quedás cubierto por una nube de polvo que te quita panorama para la gambeta o el pase que sigue.

Tal vez por el polvo, o porque nos pusimos nerviosos y nos nublamos nosotros, no sabemos nada del tercer gol. Lo que vimos era una contra de cinco nuestros contra dos de ellos, la pelota que va por derecha y hacemos fuerza para que nadie quede en offside y el pase pueda ir al pie limpito. Luego un flash, la chica del biquini azul. Lo próximo que recordamos, todos abrazando a Gastón. No sabemos qué paso, posta.

Iban 32 y el partido se sufrió hasta el final porque hubo cerca del Mono un par de zapatazos y cabezazos que no fueron al arco, pero nos asustaron hasta el trauma.

Se notó que había una nube negra que pasó de largo, todos solamos un poco para que se fuera.

El final, abrazos y mucho alivio. Tres minutos para cantar bien fuerte y aliviarse (qué hijaputez hubiera sido perder, qué largo el viaje de vuelta), toda una semana para prepara la bocha para los partidos del domingo que viene.

Tal vez nos vino bien que la cosa haya venido tan de culo. Estar tan cerca de enredarnos con un alambre en Abramo nos hizo acordar cuánto nos importaba todo. Todos los nervios que podíamos pasar el dominmgo que viene los gastamos ayer, espero. El que salga a la cancha en la Spinetto va a ser un equipo más templado y más curtido que All Boys, que viene de una apática victoria.


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El año pasado, ascender era un sueño. En febrero de este año, llegar al mayor era un sueño. El domingo que viene no necesitamos más que ganar por cualquier resultado frente a un rival accesible.


Abrazos.


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Abramo 2 – Santa Rosa 3

El albo formó con Bruno Michelena, Pablo Alanís, Fabricio Pérez , Miguel Quiruleff y Mario Ibanbargoitía; Eliazer Días, Néstor Pacheco y Gabriel Sayago; Gastón Lezcano, Coqui Susvielles y Ariel Abrigo. En el ST ingresaron Mauricio Rambur, Ángel González y Diego Calvente. El partido se jugó en el estadio “El polvazo” de Abramo, pueblo muy lindo y hispotalarios. Allí había 109 hinchas del local y 96 o 97 de Santa Rosa. La temperatura era de 17 grados. El bahiense que lo arbitró se nota que técnicamente es bueno, sigue las jugadas más o menos de cerca, pero ante la duda te cobra siempre a favor del local.

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Los partidos del domingo que viene

Son muchos. El primero es el partido de la semana, que es el de trabajar en la previa sin darse manija, sin pasarse de rosca. Y después, el domingo, mil partidos que hay que ganar.

El partido de la presión, para no dejarles jugada limpia nunca.

El partido de la atención, no perderse ningún detalle ni dar ventajas.

El partido de la calma, para jugar siempre confiado y con la cabeza fría.

El partido de la creación, evitar el abatate y asumir riesgos, jugársela picando, gambetando, pegándole al arco.

El partido de la hinchada: por supuesto, estar ahí y reventar la cancha.

Después el resultado podrá ser cualquier cosa, pero si nos jugamos todos esos pequeños partidos, Santa Rosa va a salir campeón.

Un sueño dentro de un sueño.

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