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Primer viaje largo en el Torino Azul, que responde como en sus mejores tiempos, volvemos a la cancha de Macachín, con ideas todavía divididas sobre "para qué está" el albo en el campeonato.
Está para que cambiemos de idea seguido parece. A los doce arrancamos con una peinadita de Walter Nicolier que deja colgado al arquero de Macachín y estamos un gol arriba sin haber pateado al arco. Pero un minuto después, Macachín nos hace flamear por los costados y nos empata. Se ve que nada va a ser tan fácil.
Y con ese gol Macachín entró en zona luminosa y el albo en zona oscura. Sin juego de contención y con Sandoval muy poco acompañado, nuestro equipo no hacía pié en ninguna línea y Anguil tuvo dos chances que no y una que al final sí entró. Y después tuvo más. Con la salida de Klundt y la entrada de Sofovich hicimos ajustes varios pero Chapulín López y López Andulcín estaban siempre con línea de pase y panorama.
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Cuando llega el entretiempo, nos cruzamos a la virgen que está enfrente a la cancha y charlamos sobre lo que vimos. "Los goles que no se hacen en el arco de enfrente se pagan en el propio", dirá abuelo de Milton. Tío Pumba comenta que si no nos fuimos perdiendo por más de uno ha sido un negocio y no tenemos que desaprovecharlo.
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Y el albo vuelve a tener una al principio del segundo tiempo: pelota revoleada a una esquina, entre Barzola y Nicollier se las arreglan para convertir eso en un ataque y la pelota le queda a Sandoval que cierra los ojos y le pega como viene para clavar un empate que deja muda a todas las bandejas de la Bombonerita Roja. Y estamos como al principio. "Ven, alguna tenía que entrar de tantas que generamos", dice Papá de Milton.
El albo va a seguir jugando con espaldas mojadas y muchas prisas. La idea de la defensa es no dejar patear al arco y no dejar que entren sueltos por el medio. Raspar y revolear. Eso genera que el rojo tenga mucho juego externo y causa una pila de tiros libres oblicuos que van a caer en la medialuna del área. Con el tiempo los dos equipos se cansan y la presión de Macachín cede en parte, pero también se hacen más largos los tiempos de reacción de nuestra defensa y lo que antes eran anticipos precisos ahora son foules o quites pifiados que generan segundas jugadas. Pero todos están atentos a estas segundas jugadas y muchas veces aparece una rueda de auxilio; así, Santa Rosa mantiene el orden dentro del barullo y cada tanto toma aire con alguna contra.
Más o menos desde los treinta eso quedó así, en situación "terminalo Macchi". Y después de hacerse rogar un rato, Macchi lo terminó.
Quedó claro que Macachín estuvo mucho más cerca de ganarlo, porque generó cerca de 8 o 9 situaciones y nosotros generamos 3. Pero tampoco fue azar o -del todo- suerte nuestra. El albo quedó muchas veces expuesto al juego rival por no poder recuperar la pelota, pero al menos se ocupó de no facilitarle las cosas al rival, de ensuciar la jugada, de cerrar los espacios, y de no cometer errores tácticos. Como siempre, poder terminar los partidos con once ayuda y mucho.
No fue de casualidad, o sea. Macachín no fue mejor, pero Santa Rosa hizo algún mérito más allá de la suerte: no hubo salvadas heroicas sobre la línea ni se perdieron goles hechos. No fue de casualidad. Es tal vez la semillita de lo que necesita tener un equipo campeón: ser capaz de no jugar bien sin perder.
Al final, un punto es mejor que cero y sirve porque Macachín se quedó lamentando dos que podrían ser suyos. Siempre pensamos en esos seis triunfos, pero como vino la cosa no estuvo mal el empate. Va a haber que mejorar, vamos a ver cuando, cómo y donde entra Ortiz, esto es largo y hay que ir a de a un paso por vez. La próxima también es muy importante: Guardia en el Mateo, partido que se debe ga nar.
Abrazos,
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